Los mejores médicos, científicos, ingenieros y mecánicos del mundo, no mayores de cuarenta años, habían formado parte de la primera tripulación, y habían sido los encargados de formar a las siguientes generaciones, que enriquecieron esos conocimientos con continuas investigaciones que permitieron utilizar materiales encontrados en otros planetas para reparar, ampliar e introducir mejoras en la estación espacial Éxodo que habían permitido aumentar progresivamente la velocidad de alcance de la nave, así como atravesar agujeros negros para salvar distancias incalculables.
Aún así, la búsqueda de un planeta habitable por la especie humana estaba resultando una utopía, un objetivo alcanzable a tan largo plazo, que la estación espacial era para sus habitantes su auténtico hogar, donde nacieron y donde algún día morirían.
En la larga travesía, se descartaron los planetas de nuestro sistema solar, ya que la viabilidad de establecer una colonia en cualquiera de ellos era escasa: las condiciones físicas de falta de atmósfera, oxígeno y agua, o las temperaturas demasiado bajas o absolutamente elevadas para la supervivencia humanas, llevaron a la determinación de marcar como objetivo otros planetas, fuera del nuestro sistema solar.
El primero en explorar fue el exoplaneta llamado Próxima B, en el sistema Alpha Centauri, a 4,3 años luz de distancia respecto a la Tierra. Resultó ser un planeta gaseoso de aproximadamente 36 veces la masa de la Tierra. Inhabitable.
A 11 años luz de la Tierra se encontraba el sistema estelar GJ 15 A, con dos planetas que giraban alrededor de una estrella enana roja. De ellos, el planeta b, conocido como supertierra, era tres veces más grande que la Tierra. Además, se había detectado agua en su atmósfera, por lo que era un destino que en el imaginario de los habitantes del Éxodo se había convertido en la tierra prometida. Llegaron a alunizar, a pesar que que la temperatura era de 276,7 grados Celsius en la superficie. Tomaron muestras y descartaron la posibilidad de colonizar el planeta. La decepción fue absoluta.
El viaje continuó hacia la constelación de Aries, situada a 12,5 años luz. Alrededor de la Estrella de Teegarden, una enana roja, giraban dos pequeños planetas: Teegarden b y c, con masas similares a la Tierra y temperaturas suficientemente suaves como para albergar agua líquida en sus superficies, sobretodo en el caso de Teegarden c, el más exterior.
La nave llegó a su objetivo, tras más de 500 años de viaje interestelar. Las huellas químicas del agua, metano, oxígeno, ozono y otros componentes de la atmósfera del planeta confirmaban la habitabilidad de ese mundo. Se desconocía si otras formas de vida habían prosperado en aquel planeta, que a ojos de los viajeros del Éxodo era bellísimo. La nave se posó en la superficie, no se distinguían señales de vida, al menos nada parecido a plantas o animales. La escotilla se abrió, y un equipo de exploración descendió lentamente por la rampa, provistos de trajes espaciales. La gravedad era parecida a la de la Tierra, con lo que podían caminar sin dificultad. Sabían que los niveles de oxígeno eran aceptables, pero por precaución llevaban traje hermético y bombonas de oxígeno. Todo parecía que iba bien. El paisaje era montañoso y seco, semejante al desierto de Arizona. Predominaba un tono rojizo por doquier: el cielo, la tierra, las rocas.. Alfombraba la tierra una fina capa de una especie de musgo de color rojo oscuro. Tomaron muestras. Poco después, en la nave, se confirmó que era un organismo viviente, el primero entre múltiples formas de vida del mismo tono que descubrieron y trataron con toda precaución en los días siguientes. El color rojizo se explicaba porque Teegarden era una estrella con luz infrarroja, con fotones de muy baja energía que provocaban que el metabolismo de los seres vivos fuera más lento que en la Tierra.
Decidieron establecer la colonia Nueva Tierra bajo el compromiso de actuar y vivir con total profilaxis para no perjudicar el ecosistema de Teegarden y a su vez, no dañar la salud de los recién llegados. Los colonos debían vestir siempre el traje espacial en sus paseos por el pequeño planeta. En los meses siguientes, muchos murieron de extrañas enfermedades, al no soportar su organismo el contacto con microorganismos autóctonos nocivos para la especie humana. Los más resistentes, sobrevivieron. Entre las especies autóctonas también hubo gran mortandad, incluso extinción, debido al contacto con los humanos. Con el tiempo, las generaciones de teegardianos fueron mutando, desarrollando adaptaciones al nuevo medio, como pigmentación roja de la piel y cabellos, resistente, con un metabolismo lento que les permitió gozar de una longevidad sin precedentes. Un teegardiano vivía tres veces más tiempo que los antiguos terrícolas.
Descanse en paz la especie humana, larga vida a los teegardianos.
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Esta es mi aportación a los 52 retos de escritura para el 2020 de Literup.
Reto 5. Tu relato debe ser space opera y hablar sobre una travesía por diferentes planetas.
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