Seis meses en la India



La respuesta no se hizo esperar: un sí enorme e incondicional. Le acababa de proponer a Jorge que me acompañara en un viaje de seis meses a la India. La amistad que habíamos cultivado durantes años, desde pequeños, había afianzado un enorme afecto y confianza entre nosotros. Sabía de mis deseos de tomar un largo permiso de trabajo para replantearme mi modo de vida y poner orden a mis prioridades. El estrés laboral había hecho mella en mi salud física y mental y necesitaba parar, cambiar de escenario, reflexionar y reencontrarme a mí misma.

Él también se tomó un permiso. Afortunadamente, los dos teníamos un trabajo bien remunerado desde hacía tiempo y ahora podíamos echar mano de los ahorros para pagar el viaje. Esperábamos que una vez allí, el coste de la vida nos permitiera subsistir sin grandes gastos.

Teníamos cuarenta años, sin hijos ni responsabilidades que nos condicionaran, así que surcamos el cielo hacia nuestro destino, con la emoción de quien emprendre una aventura única. Preparados a conciencia, teníamos claro lo que queríamos experimentar y encontrar, pero no podíamos ni imaginar el choque cultural, humano y sentimental. Fue brutal.

Las primeras sensaciones fueron arrolladoras: los olores a comida, sudor, especias, inciensos, que inundaban las calles, la sensación de caos absoluto, con gente, vacas, perros, coches, ricksaws, circulando sin orden ni concierto, los múltiples colores de los saris con que vestían las mujeres: naranja, fucsia, rojo, añil, azul ultramar, amarillo...

Ante todo ansiábamos encontrar paz, así que iniciamos una peregrinación a lugares sagrados y espacios naturales, donde encontrar conocimiento y conciencia. Viajando en trenes y autobuses, llegaos a lugares como Varanasi, Bodh Gaya, Haridwar, Puri Jagannath, Rishikesh, Tirupati, el glaciar Gangotri, en la frontera con el Tíbet...

La experiencia nos transformó profundamente y nos unió mucho más. A la vuelta no éramos los mismos, la visión de nuestro entorno había cambiado. Abandonamos nuestros estresantes trabajos y nos trasladamos juntos al campo. Ahora vivimos en un pueblo tranquilo de los Pirineos. Abrimos un centro de yoga, meditación y terapias alternativas que nos permite trabajar en algo que nos apasiona, y llevamos una vida plena y en paz con nuestro entorno. 

En ese viaje, nos descubrimos a nostros mismos pero también el uno al otro. La amistad que nos había unido se transformó en amor, en todos los sentidos, y juntos recorremos esta senda que es la vida, en paz, harmonía y plenitud.

Namasté 

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Esta es mi contribución al Desafío Yo escribo 2022. Reto de febrero: utilizar 3 palabras de las siguientes: añil, cielo, amistad, manzana, homenaje.


Comentarios

  1. Hola, la vida nos lleva por csminos insospechados y a veces nos da laoportunidad de parar y volver a empezar tomando una nueva dirección. Saludos

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    1. Hola Jose, dejé el reto por estrés laboral, pero espero tener pronto la oportunidad de parar y volver a empezar tomando una nueva dirección. Gracias :)

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  2. Bueno. Los resultados fueron más allá de lo esperado. Se puede decir que los boletos fueron para ir al país de la felicidad.

    De nuevo un gusto, amiga escritora

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    1. Gracias, amigo escritor. A ver si me animo a retomar la escritura.

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