—Es lamentable, y además es un comportamiento insólito en un dinosaurio educado —comentó preocupado el venerable Terben, líder por edad, conocimiento y sabiduría de los Troodon.
Aquel pequeño dinosaurio no dejaba de gritar y encararse con sus cuidadores. Los llevaba de cabeza, y más aquél día en que recibían la visita de su líder.
El venerable Terben movió la cabeza de un lado a otro y continuó la visita a la gran construcción en forma de semiesfera construída con ramas y hojarasca que albergaba el recinto de instrucción de los pequeños Troodon. Allí aprendían los principios básicos de su cultura.
Los Troodon adultos medían aproximadamente lo que un árbol de manzanas, eran dinosaurios inteligentes, de cerebro grande, dos patas, ojos grandes que miraban hacia el frente, con visión binocular, pulgares oponibles y tres dedos en las manos.
Terben se detuvo junto a un grupo de pequeños que desde luego parecían mucho más tranquilos y aplicados que el alumno que había dejado atrás desgañitándose. Preguntó a la cuidadora qué estaban haciendo.
—Iba a contarles el mito del inicio, venerable.
—Lo haré yo —repuso, de manera categórica Terben. La cuidadora se retiró.
Los pequeños estaban dispuestos en semicírculo, sentados en el suelo.
—Hace 65 millones de vueltas del planeta alrededor del astro rey, todo estaba cubierto de vegetación, agua dulce, comida abundante... y ¡muchas especies de dinosaurios! No eran como nosotros, eran enormes, grandes... ¡como montañas!
Los pequeños escuchaban atentamente con los ojos muy abiertos.
—Unos eran carnívoros, otros herbívoros. Y además de los dinosaurios había muchísimas otras especies de animales: los que vivían en los mares y ríos, los que parían a sus crías sin huevo, los pequeñísimos insectos de todo tipo...
El pequeño rebelde se había acercado despacito a escuchar el emocionante mito del inicio.
—En aquél tiempo, llegó la gran bola de fuego. La vieron caer desde lo alto, grande como diez valles. Se estrelló contra el mar y todo explotó. El sol se apagó durante años. Las plantas se secaron, hubo hambre, mucha hambre. Llovió ceniza y se contaminó el agua. Fueron muriendo todos en la gran extinción. Pero los antiguos Troodon, sobrevivieron.
Un murmullo de asombro surgió del grupo. El pequeño rebelde permanecía absolutamente atento a la narración.
—Para empezar, eran carnívoros, por lo que su alimento principal no eran las plantas; segundo, un adulto era tan pequeño como vosotros, por lo que no necesitaban tanto alimento como los grandes dinosaurios; tercero, eran capaces de meterse bajo tierra para cazar pequeñísimos mamíferos y encontrar aguas subterráneas potables, lo que le era posible gracias a sus grandes ojos, capaces de ver en entornos muy oscuros; cuarto, las hembras Troodon ponían dos huevos por día y pronto desaparecieron sus depredadores come huevos, con lo que la tasa de natalidad aumentó.
Sólo los antiguos Troodon tenían esta capacidad, ningún otro dinosaurio. Por eso sólo sobrevieron ellos.
A lo largo de millones de años los antiguos Troodon evolucionaron: cuando volvió la luz y con ella las plantas, incorporaron a su alimentación semillas, nueces, frutas, y por supuesto aves y mamíferos, con lo que fueron aumentando de tamaño hasta convertirse en los actuales Troodon, nosotros.
Ahora dominamos el mundo, cultivamos nuestra comida y tenemos granjas de aves y mamíferos para abastecernos.
Por cierto, ya es la hora del almuerzo... ¿Qué habrá hoy para comer?
Los pequeños, emocionados, exclamaron al unísono: ¡carne humana!
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Esta es mi contribución a los 52 retos de escritura Literup . Reto 43: Piensa qué habría pasado si los dinosaurios no se hubiesen extinguido. Puedes sumergirte en una ucronía, si quieres.
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