Fin del mundo en Brooklyn

—Creo que empezaremos cuando me siente—, dices, imitando su acento. 
Valeria es tu psicoanalista argentina. Sonríe ante la broma y te invita a sentarte en el diván. 
Nunca pensaste que pudiera ocurrir, pero estás perdidamente enamorado de ella. De hecho, cuando te echas en el diván te cuesta de veras concentrarte en recordar hechos de tu infancia o adolescencia que puedan ser relavantes para tu terapia. Sólo atinas a perderte en sus ojos azules que te llevan al cielo. Ella te habla dulcemente con ese acento tan característico de los argentinos y sientes que eres el hombre más afortunado del mundo. La atracción entre ambos es evidente, pero no es nada profesional, así que ella siempre marca distancias en cuanto se da cuenta de que estáis a punto de traspasar los límites. 
Al final de la sesión te decides a invitarla a un café. Ella titubea, pero te mira fijamente y accepta. Casi tropiezas en las escaleras. Os reís. Ya en la calle, os dirigís al puente de Brooklyn. El atardecer de verano en New York es maravilloso. Continuas con la broma sobre tu torpeza en múltiples ocasiones que la hace reír con ganas. Entráis en una cafetería del muelle, con una decoración acogedora a base de flores y velas. Está hermosísima. Os miráis durante unos instantes sin saber qué decir y sonreís. No hace falta decir más. Os acercáis el uno al otro. En ese momento, justo cuando estáis a punto de besaros, los clientes del establecimiento gritan. Centran toda su atención en la televisión del fondo del local. Las noticias anuncian que en unos segundos se estrellará un enorme meteorito contra la Tierra. Las autoridades lo han ocultado para no sembrar el pánico y porque no hay manera de pararlo. Colisionará en breve y acabará con todo. No hay escapatoria. El presidente Biden dice en directo: "Que Dios nos proteja". Todo estalla. 

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Esta es mi contribución a los 52 retos de escritura Literup. Reto 35: Inventa una historia de amor que, antes del primer beso, se ve interrumpida por el fin del mundo. 

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