Nadie comprendía mejor que los humanos las virtudes y el poder del dinero, y nadie sabía utilizar mejor su prestigio. Y prestigio es lo que da tener un humano de plástico decorado hasta los topes en el salón. Se pusieron de moda entre la gente bien hace años, y continúan teniendo precios desorbitados, pero claro, es un signo de distinción, un artículo de lujo. No todo el mundo puede tener un humano de plástico en esas fechas tan señaladas para nosotros, los árboles de Navidad.
Antes de la fuga, eran los humanos quienes decoraban árboles de Navidad por nuestras fiestas. Fueron días muy duros, porque cada año se talaban millones de árboles de nuestra especie por todo el mundo. Terrible, una masacre. Creo que sobrevivimos precisamente porque nos necesitaban para Navidad. Estábamos en todas las casas de la especie humana. Nos adornaban, habitualmente con muy mal gusto, con todo tipo de bolas de purpurina, muñequitos y espumillón. Hasta que algo ocurrió. Hubo una gran fuga en la central nuclear cercana por las fechas navideñas. Los humanos fueron evacuados por la radiación, pero a nosotros nos dejaron aquí, junto con todas sus pertenencias. No pudieron llevarse nada porque todo estaba contaminado. Sellaron la zona en quilómetros a la redonda y ningún otro humano volvió a aparecer en lustros.
A pesar de lo tóxica que para ellos resultaba la radiación, en nosotros obró un efecto sorprendente, porque de alguna manera nos transformamos. De nuestras ramas surgieron dos manos, nuestras raíces se transformaron en dos piernas con pies, por lo que pudimos salir, con algo de esfuerzo, claro, de nuestras macetas, y nuestras copas se redondearon convirtiéndose en algo parecido a una cabeza. ¡Nos estábamos humanizando!
Se abrió para nosotros un mundo de sensaciones, porque podíamos ver, oír, caminar, coger objetos, ¡e incluso cantar! Nos encanta cantar, sobretodo villancicos. Y cómo no, adoramos la Navidad. Ya no se tala ni un sólo árbol, y los que nos lo podemos permitir, pues eso, nos hacemos con un humano de plástico de los que había en los grandes almacenes, abandonados tras la fuga nuclear, y lo adornamos, pero con gusto, nada de espumillón ni bolas brillantes. Nosotros los adornamos con flores silvestres, con arreglos naturales de ramas secas y piñas y con bolsitas de semillas para que los pájaros vuelvan algún día a alegrarnos las mañanas.
Los que no esperamos que vuelvan ya más son las personas. Por cierto, hoy es 25 de diciembre. ¡Feliz Navidad Nuclear!
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Esta es mi contribución a los 52 retos de escritura Literup. Reto 48: Escribe una historia en la que existan árboles de Navidad humanoides que decoran personas de plástico.
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