Qin Feng metió los palillos en el cuenco de tal modo que lo inclinó demasiado. El cuenco rebosaba del líquido blancuzco llamado maen que a modo de sopa con una especie de bolas de arroz servía de alimento básico a la escasa población humana que había sobrevivido a las explosiones nucleares que estallaron en cadena en las ciudades más habitadas del planeta.
Los mi'ien fueron los causantes del apocalipsis, allá por el 2075. Esta especie extraterrestre llegó a la Tierra si previo aviso con la intención manifiesta de colonizar el planeta. Su aspecto era parecido a cucarachas gigantes, de unos tres metros de altura. De hecho, entre los pequeños núcleos de comunidades humanas que sobrevivieron, y que los mi'ien relegaron a reservas cerradas y controladas, se sospechaba que eran robots enviados por seres que habitaban a miles de años luz.
Así era, los verdaderos mi'ien sabían perfectamente los peligros que entrañaba para su pueblo poner los pies en un planeta desconocido y habitado, y no temían a los humanos, sino a organismos mucho más pequeños como virus y bacterias contra los que no estaban inmunizados. De manera que habían enviado a sus robots-cucaracha a la Tierra, un planeta que prometía tener las condiciones adecuadas para ser colonizado, y una vez que detectaron en la atmósfera unas condiciones favorables para establecer una posible colonia en el futuro, descargaron sus armas nucleares sobre los núcleos urbanos de más densidad, como si se tratara de una operación de fumigación a gran escala. Las víctimas: los humanos y toda la fauna terráquea. Tan solo conservaron unos centenares de los humanos más fuertes que sobrevivieron a la catástrofe para su estudio anatómico, sobretodo por lo que concierne al cerebro. Su interés no radicaba en los conocimientos científicos y tecnológicos de los humanos, ya que los mi'ien estaban muchísimo más avanzados en estos aspectos, por ese motivo habían podido viajar hasta la Tierra. No, su interés se centraba en el estudio de las percepciones del cerebro humano relacionadas con las emociones, el arte, la capacidad para inventar historias, la multiplicidad de lenguas que eran capaces de hablar...
Qin Feng era un adolescente chino, recio, fuerte y con una gran capacidad de resiliencia, esa capacidad de adaptarse a la adversidad que le había dado la fuerza mental para sobrevivir. Lo había perdido todo, familia, amigos, su casa, su ciudad, todo. En la reserva vivía con una decena más de personas desconocidas para él hasta la fecha del desastre.
Los mi'ien los estudiaban, sondeaban sus mentes con aparatos sofisticados, y ellos simplemente trataban de sobrevivir. De Qin Feng pretendían extraer y almacenar cuantas historias y cuentos fuera capaz de inventar. Creían que una mente humana tenía una capacidad limitada para tejer relatos. A diario pasaba por las salas de control y se le ordenaba que relatara una historia tras otra. Todo quedaba registrado para su posterior análisis. Qin Feng tenía una gran imaginación y era capaz de inventar mil historias. De hecho, sabía que le iba en ello su supervivencia.
Los mi'ien trasladaban a sus superiores, a miles de años luz de distancia, los relatos de Qin Feng debidamente traducidos. Así ocurrió durante años, y Qin Feng llegó a ser de los pocos humanos vivos, el único que merecía vivir por el valor que le daban los mi'ien a su imaginación. Había algunos otros, como una joven mujer africana de la tribu Himba, que cantaba mitos de sus antepasados en tonos polifónicos y complicados ritmos que era capaz de alterar de mil formas para que los mi'ien no perdieran el interés. La música que interpretaba Naome con su voz los fascinaba.
Qin Feng y Naome no se conocían. Habían crecido en reservas diferentes. Los mi'ien llevaron al mismo laboratorio en un intento de experimento. Qin Feng esperaba dentro del cubículo de grueso cristal a que los mi'ien le ordenaran comenzar. Siempre que lo hacían esperar, se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas y meditaba. Los mi'ien siempre se sorprendían al ver en sus aparatos que era capaz de dejar la mente en blanco. Introdujeron a Naome en el cubículo de Qin Feng. Él abrió los ojos. Ella le tendió la mano. Qin Feng se levantó y mirándose muy fijamente se abrazaron. Naome temblaba. Sabían que no hablaban el mismo idioma, pero intuían que probablemente sólo quedaban ellos.
Los mi'ien del otro lado del cristal los observaban. De pronto, una imagen holográfica apareció sobre sus cabezas: era una verdadero mi'ien, de aspecto parecido a los mi'ien cucaracha-robot, pero se diferenciaba de ellos en el brillo de sus ojos de insecto y una especie de cresta sobre su cabeza. Les habló directamente, en su propio lenguaje, ininteligible para Qin Feng y para Naome, pero de algún modo lo entendieron, como si en su cerebro hubiera un dispositivo de traducción simultánea.
El mi'ien les dio las gracias por todas las historias y cantos que habían registrado. También les dijo que la intención que habían tenido al invadir la Tierra era exterminarlos y acondicionar el planeta para su ocupación, pero el estudio de sus capacidades cerebrales para inventar historias y bellos sonidos musicales les había decidido a detener el exterminio de una especie tan valiosa. No eran los únicos que habían sobrevivido. Había algunos más y los llevarían a todos a un lugar donde pudieran conseguir alimento y agua y reproducirse, si querían. Los mi'ien abandonarían la Tierra en unos días. Habían localizado otro planeta con condiciones atmosféricas mucho más óptimas para la colonización y no les valía la pena continuar acondicionando la Tierra.
Los mi'ien se llevaron las historias de Qin Feng y los cantos de Naome, y las pocas personas que sobrevivieron, relataron la historia de los mi'ien, Qin Feng y Naome a las generaciones posteriores.
Nunca supieron que los mi'ien velaron por ellos desde la distancia y que siguieron disfrutando de sus historias por mucho tiempo.
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Esta es mi contribución a los 52 retos de escritura Literup 2021. Reto 37: Crea un cuento que suceda en un futuro posapocalíptico gobernado por cucarachas gigantes.
¡Hola! Me dio un poquito de cosa. Yo veo una cucaracha normal y grito, no imagino encontrarme con estos seres enormes XD pero ha tenido un final muy tierno, aunque no sé cómo sentirme con esto de que las cucarachas velan por los humanos por sus habilidades artísticas.
ResponderEliminarMuy bueno.
¡Un abrazo!
Gracias, Roxana, el tema del reto era un poco raro. Una abrazo
EliminarYo también odio a las cucarachas, pero el cuento me ha encantado. No esperaba este final, la verdad, pero me ha gustado. Incluso la coletilla, aunque no sé como has podido imaginar esa cualidad tan humana en sos bichos tan desagradables. Jajajaj
ResponderEliminarSaludos
Bueno, es como una metáfora de los prejuicios, lo importante es el fondo, no la forma.
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