—¡Llamad operarios! -ordenó-. Aunque tan solo se trataba de un primer esbozo, Salinas, el gran pintor del XVIII, necesitaba que todo estuviera dispuesto a la perfección. Había habilitado un pabellón de su lujoso caserío como estudio y estaba completamente enfrascado en la creación de una pintura de gran formato encargada por el mismísimo Rey.
Se trataba de plasmar la Torre de Babel en construcción, lo que requirió el diseño, encargo y montaje de las piezas de lo que debía ser el edificio bíblico. Los criados se afanaban en seguir las órdenes del maestro, impaciente por iniciar la fase de esbozo.
Los operarios entraron apresurados, revisaron las poleas y enderezaron los andamios que cubrían parte de la maqueta de cuatro metros de altura.
En cuanto consideró que todo estaba en su sitio, despidió con cajas destempladas a operarios y criados, que, sabedores de que podían ser requeridos por el maestro en cualquier momento, se dispusieron a aguardar pacientemente al otro lado de la puerta, por si acaso.
El esbozo en carboncillo le llevó toda la mañana. Trabajó sin espacio para el reposo. De vez en cuando pedía agua, a gritos, y un criado acudía raudo a servirle agua fresca de una vasija de barro que tenían en remojo en el riachuelo que discurría con fuerza junto al pabellón.
Satisfecho, se sentó por fin a contemplar la maqueta y el esbozo, alternativamente, imaginando la paleta de colores que utilizaría para darle vida a su obra. Se durmió en el sillón mientras pensaba en ello y en los rostros que había imaginado para los personajes que pululaban por la torre, los centenares de trabajadores que acarreaban sacos, esculpían escaleras, remozaban las paredes y tiraban de las cuerdas que sujetaban las poleas....
Al día siguiente, tras un buen desayuno servido en el mismo pabellón, preparó los pigmentos y las mezclas de colores que necesitaba. Escogió los mejores pinceles y se puso a trabajar con ahínco y máxima concentración. Dar color, y vida, a la obra le llevó varios meses. Su mente no podía pensar en otra cosa. Cada noche se sentaba a contemplar la pintura y, sin darse cuenta, empezó a hablar solo, o tal vez con los personajes que poblaban la torre. Uno de los criados, el más joven, el que siempre tenía que hacer el turno de noche, espiaba esos momentos en que su señor, iluminado por las velas, entraba en un extraño trance que le hacía proferir frases inconexas que no lograba apenas oír, pero que sin duda no eran pronunciadas en castellano. Es más, parecía que el maestro utilizaba diferentes idiomas en sus delirios.
La noche que terminó, se desató una gran tormenta de granizo. El joven criado permanecía acurrucado junto a la puerta, muerto de miedo. El aparato eléctrico era espantoso. Los atronadores estallidos de los truenos inmediatamente seguidos de relámpagos que iluminaban todo en un segundo como si fuera pleno día, lo tenían aterrorizado. A través de la puerta entreabierta, vio a su señor frente al gran cuadro que a cada resplandor cobraba vida, como si la tempestad cayera sobre él. La gran maqueta de la torre, parecía temblar con cada trueno. De hecho, se estaba resquebrajando ante la mirada atónita del maestro Salinas. Los andamios ya cedieron, ¡se estaba viniendo abajo! El muchacho corrió hacia su señor para sacarlo de allí, ya que él no reaccionaba. Lo arrastró hacia la puerta justo cuando se le venía encima una enorme polea y la viga de madera que la sujetaba. A continuación, el desastre absoluto: colapsó la cubierta derrumbándose con gran estrépito sobre el interior del pabellón, destrozando lo que podía quedar de la maqueta, todo el material y las obras del pintor, y como no, el cuadro terminado de La Torre de Babel.
Salinas perdió el juicio, lo que era hasta cierto punto comprensible, al haberse malogrado su obra maestra junto con una gran cantidad de obras acabadas de gran calidad, lo que suponía años de trabajo.
Lo que nadie supo jamás explicar fue por qué el maestro jamás volvió a hablar en castellano, ni siquiera en un idioma comprensible para las gentes de su época. Nadie lograba entender lo que decía. El Rey y la aristocracia dejaron de hacerle encargos, cayó en desgracia hasta que se acabó el dinero y tuvo que mendigar. Ese fue su fin.
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Esta es mi contribución a los 52 retos de escritura Literup. Reto 30: Describe el proceso creativo de un cuadro y haz que los elementos pictóricos sean parte de la historia. Por ejemplo, si sale un bosque, que sea relevante en la trama.
Parece que le acompañó la "maldición" de la Torre de Babel. Destruida por la ira de Dios. Por la avaricia de los hombres. Un pintor déspota en el trato a sus empleados, como vemos muchas veces en relatos de grandes genios, que se queda sin su obra por culpa de la "todo poderosa" Madre Naturaleza. Un genio. al parecer, absorbido por su propia obra. e ha gustado mucho como has resuelto el reto. ¡Qué bien lo llevas!
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Jose! Te voy siguiendo! Un abrazo
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