Pascua 2019

 

—Es horrible—, sollozaba Lea tumbada en la cama, en posición fetal, tapándose la cara con las manos. Daniel la miraba preocupado, sentado en una silla junto a la cama. Lea le daba la espalda, inconsolable. 

Hacía apenas unas horas daban en televisión la noticia: "Al menos sesenta personas han perdido la vida por las devastadoras inundaciones, deslizamientos de tierra y los aludes provocados por las intensas lluvias de los últimos días y que ha obligado a más de mil sudafricanos a abandonar sus hogares. Las provincias más castigadas son KwaZulu-Natal y Cabo Oriental, situadas en la costa este de Sudáfrica..."

Lea y Daniel estaban cenando y quedaron estupefactos. Los padres de Lea vivían en Durban, una ciudad de la provincia de KwaZulu-Natal. De inmediato cogió el teléfono para comunicarse con ellos, pero no recibió respuesta a las continuas y desesperadas llamadas.

La televisión seguía encendida: "Las repentinas inundaciones han provocado el derrumbe de múltiples viviendas y colegio, varios edificios han colapsado y las carreteras han quedado impracticables. Los equipos de rescate continúan peinando las zonas afectadas en busca de personas atrapadas entre los escombros. El gobierno ha enviado personal militar para ayudar en las labores de rescate y evacuación".

Lea, tras los infructuosos intentos de contactar con sus padres, los daba por muertos, con la consiguiente impotencia y desesperación de quien pierde a un ser querido sin previo aviso.

Poco a poco, el calmante que le proporcionó Daniel hacía unos minutos empezó a hacer su efecto. Lea se durmió y Daniel volvió al comedor, a seguir las noticias del desastre, bajando el volumen para no perturbar a Lea. Por supuesto, la población negra era la más afectada, ya que sus casas estaban construidas precariamente sobre terrenos pantanosos arrasados ahora por la fuerza del agua.

Ella se sumió en un sueño inquieto donde vio a sus padres deslizarse por una gran pendiente de barro, arrastrados por aguas torrenciales cayendo en cascada. Las imágenes eran terribles, quería gritar pero no podía articular sonido alguno, paralizada por el pánico. 

Cuando despertó, despuntaba el día. A su lado, Daniel dormitaba, todavía vestido, como si se hubiera echado a su lado sin intención alguna de dormir, agarrando el móvil con su mano, esperando la ansiada llamada de los padres de Lea o... de los servicios de socorro o la policía. 

Lea se levantó y encendió de nuevo la televisión. Las imágenes del rescate se sucedían mientras los reporteros desplazados hasta el lugar cubrían la noticia con tono grave. Llamaron a la puerta. Lea fue a abrir, sobresaltada. Eran ellos, sus padres. Tomaron un autobús antes de que la tormenta arreciara y empezaran las inundaciones. No tomaron nada consigo, ni siquiera el teléfono móvil. De algún modo, presagiaron la desgracia y huyeron con determinación. Y ahí estaban, agotados tras largas horas de viaje e incertidumbre. Lea los abrazo con toda el alma y lloraron juntos. Daniel apareció en el vestíbulo y se sumó al abrazo. 

Lo habían perdido todo, pero estaban vivos. Sus vecinos no corrieron la misma suerte. Todas las casas del vecindario colapsaron viniéndose abajo. Los muertos se contaron por decenas. Aquella pascua de 2019 quedó en el amargo recuerdo de todos. 

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Esta es mi contribución a los 52 retos de escritura Literup. Reto 22: Ambienta tu relato en Sudáfrica.

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