Eso era terrible, comprendió. Ningún ser había nacido con medio cuerpo cubierto de manchas de un color naranja dorado. En el mundo perdido de Zapawen, de océanos de verdes aguas y cielo azul turquesa, de gentes de piel oscura y profundas creencias, aquello sólo podía ser un mal presagio.
Demelia la llamaron. Aquella hermosa y extraña niña creció a resguardo de las miradas de todos. Su madre la dejó a cargo de una hechicera en lo más profundo de la selva. Pensó que tal vez había nacido para ejercitar la brujería. No podía hacer otra cosa, o eso, o dejarla morir a manos de los sabios, que veían en ella un signo de mal agüero, una maldición para toda la comunidad. La dejó con la vieja, con el corazón roto, pero aliviada al pensar que de ese modo la estaba salvando de una muerte prematura.
La vieja Indeyma la observaba con recelo. La piel de Demelia tenía luz propia, especialmente en las zonas de dorado anaranjado. De noche, el único cuarto de la cabaña de madera se mantenía iluminado tenuemente con el resplandor de su cuerpo. El resplandor aumentaba o se atenuaba dependiendo de si Demelia estaba nerviosa o calmada. Cuando enfurecía podía llegar a cegar, como si cien antorchas se encendieran en su cuerpo.
Indeyma le enseñó a curar heridas con ungüentos, a preparar pociones medicinales con las hierbas del bosque, a entender el lenguaje de los pájaros. Aquello se le daba bien, entendía el significado de sus trinos, también podía entender el lenguaje de cualquier otro animal, incluso el lenguaje de los árboles, que se comunicaban entre ellos a través del intrincado laberinto de raíces.
La vieja Indeyma murió por causas naturales siendo muy mayor. Demelia, a sus veinticinco años, asumió el trabajo de hechicera de Zapawen. La temían, pero la respetaban porque conocía las artes de la sanación.
Su madre enfermó de fiebres extrañas, lo supo antes de que nadie se adentrara en lo más profundo del bosque para llamarla. Las aves de mil colores que volaban por toda la isla se lo dijeron, una mañana de otoño. Demelia se echó una gran capa encima y se cubrió con la capucha. Jamás dejaba que la gente le viera la cara ni, por supuesto, el cuerpo. Jamás había salido de aquella selva, pero su madre la necesitaba. Al entrar en el pueblo, la miraron asustados, los más pequeños corrieron a esconderse muertos de miedo. Bajo la capucha, se adivinaba un resplandor.
Entró en la casa. Las mujeres que acompañaban a su madre se apartaron temerosas. Se acercó despacio al lecho. —Madre...—Su voz denotaba una dulzura extrema. La mujer parecía dormida, de hecho estaba inconsciente. Tocó su frente y un destello dorado iluminó la faz de la enferma. Abrió los ojos y sonrió al verla. Había sanado.
Se llevó a su madre a la cabaña del bosque, donde podría cuidarla. Tal sólo llevó consigo un pequeño cofre cerrado con llave. En la noche, bajo la bóveda estrellada, lo abrió ante Demelia para entregarle su contenido: un colgante dorado en forma de sol que refulgía con luz propia.
—Tu padre vino de allí...—susurró, señalando hacia el cielo. Una estrella fugaz refulgió trazando un arco de luz dorada en el firmamento. —Los diferentes nunca serán aceptados, pero tu eres extraordinaria. Debes seguir tu estrella, tu destino, vuela, sé tu misma, sin miedo.
Demelia destapó su rostro, se quitó la capa, su cuerpo y vestido refulgían intensamente como si una fuente de energía emanara de su interior. Sus pies dejaron de tocar el suelo, se alzó, levitando despacio, se detuvo, miró a su madre y se lanzó hacia el cielo a gran velocidad, hasta confundirse con una nueva estrella fugaz.
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Esta es mi contribución a los 52 retos de escritura Literup. Reto 13: Tu protagonista es de tu color favorito. ¿Qué implica eso en su mundo?
Qué bien llevado el tema del reto. Me ha gustado mucho. Todo. La crueldad de las gentes, el recelo de la hechicera. la dulzura de una hija con su madre. El amor devuelto a la hija... un relato corto pero inmenso. ¡Me ha gustado mucho!
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, Jose. Este relato lo hice tras localizar esa bella adaptación del nacimiento de Venus. La imagen me inspiró. Un abrazo
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