Imagen de Annalise Batista en Pixabay |
25 de enero de 2020. El Año Nuevo Chino amaneció con 41 millones de personas confinadas en el territorio de dicho país. La gripe hacía estragos, las medidas de emergencia ante la pandemia eran del todo insuficientes. Aunque pocos casos se habían detectado fuera de China, el mundo estaba en alerta máxima, preparados para afrontar la peor de las pesadillas. Se hablaba del coronavirus en todas las televisiones, que mostraban a los espectadores imágenes de grandes ciudades en vías de desinfección, calles vacías por confinamiento de la población, aeropuertos cerrados, hospitales abarrotados... Los síntomas: desde cuadro leve (tos seca, fiebre...) hasta graves dificultades para respirar y neumonía potencialmente mortal. Se decía que el contagio se daba probablemente a través de pequeñas gotas de saliva que los portadores del virus excretaban al toser. Sin tratamiento conocido ni vacuna, los médicos poca cosa podían hacer más que dar apoyo vital al enfermo, corriendo serio riesgo de contagio Se sospechaba que el nuevo virus pudo haber surgido de serpientes vendidas de forma ilegal en el mercado de Wuhan, el epicentro de la epidemia, aunque no se descartaban otras fuentes como pequeños mamíferos (ratas, tejones...).
Durante el día, cada noticiario añadía países en que se habían detectado nuevos casos, en todos los continentes, y la cifra de víctimas iba en aumento. El último del día confirmó lo que se temía: la causa de la propagación del virus era un mamífero, la rata, esa especie que prospera en hábitats urbanos, en casas, alcantarillas o edificios abandonados. El virus se propagaba a los seres humanos a través de la orina o heces de las ratas, al respirar diminutas partículas arrastradas por cualquier corriente de aire.
Demasiado tarde: las ratas infectadas viajaban en los barcos cargueros que surcaban todos los mares con todo tipo de mercancías fabricadas en China, llegando a todos los puertos del mundo. Inmediatamente, se incluiría en las medidas preventivas el veto a atracar en cualquier puerto a todo barco proveniente de China. La economía se vería seriamente afectada, ya que se movían enormes capitales en el comercio internacional con el gigante asiático. Demasiado tarde: ya habían desembarcado miles de ellas, reproductoras prolíficas, una rata puede producir hasta doscientas crías y dos mil descendientes en un año.
Feliz año de la Rata.
Esta es mi aportación a los 52 retos de escritura para el 2020 de Literup.
Reto 4. Haz un relato que ocurra durante el Año Nuevo Chino.
Durante el día, cada noticiario añadía países en que se habían detectado nuevos casos, en todos los continentes, y la cifra de víctimas iba en aumento. El último del día confirmó lo que se temía: la causa de la propagación del virus era un mamífero, la rata, esa especie que prospera en hábitats urbanos, en casas, alcantarillas o edificios abandonados. El virus se propagaba a los seres humanos a través de la orina o heces de las ratas, al respirar diminutas partículas arrastradas por cualquier corriente de aire.
Demasiado tarde: las ratas infectadas viajaban en los barcos cargueros que surcaban todos los mares con todo tipo de mercancías fabricadas en China, llegando a todos los puertos del mundo. Inmediatamente, se incluiría en las medidas preventivas el veto a atracar en cualquier puerto a todo barco proveniente de China. La economía se vería seriamente afectada, ya que se movían enormes capitales en el comercio internacional con el gigante asiático. Demasiado tarde: ya habían desembarcado miles de ellas, reproductoras prolíficas, una rata puede producir hasta doscientas crías y dos mil descendientes en un año.
Feliz año de la Rata.
Esta es mi aportación a los 52 retos de escritura para el 2020 de Literup.
Reto 4. Haz un relato que ocurra durante el Año Nuevo Chino.
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