No te fíes

 


—¿Ni de Elena?— replicó Alberto sin pensarlo.

—De ella menos que nadie— susurró apremiante López.

Alberto había empezado a trabajar en el despacho de Friis&Company hacía poco. Era su primer trabajo tras acabar los estudios de Gestión Administrativa y estaba intentando adaptarse al entorno laboral. Sus compañeros eran mayores y con más experiencia, y debían enseñarle los procedimientos y programas informáticos específicos para desarrollar su trabajo. Elena, la secretaria del jefe, era una mujer de mediana edad que lo trató con mucha amabilidad desde el primer momento, proporcionándole el material de oficina necesario y presentándole a los compañeros con quienes trabajaría.

Los primeros días, como era septiembre y hacía buen tiempo, Alberto almorzó en un banco del parque cercano, escuchando música en sus auriculares mientras comía lo que su madre le había preparado en una fiambrera, pero pronto López, el compañero de oficina que parecía querer apadrinarlo, lo convenció para que almorzara con él en el modesto restaurante cercano a la oficina. López llevaba diez años en la empresa. Se ponía morado con el copioso menú que servían en Casa Jaime. Degustaba cada albóndiga, la especialidad de la casa, como si fuera la última. Alberto, en cambio, no era ni mucho menos tan voraz y consumía lo justo mientras su compañero hablaba, sobre todo de temas relacionados con la gente de la oficina. 

López continuó poniéndolo en alerta respecto a Elena, la secretaria del jefe. 

—No es lo que parece. En realidad le canta al jefe todo lo que pasa en la oficina, lo que se dice, quién se junta con quién, quién trabaja duro y quién se distrae. Todo. Sé prudente, no te fíes. 

Alberto lo escuchaba e inevitablemente se mantuvo alerta. Observaba a Elena disimuladamente desde su mesa. La sala común era grande y espaciosa. En ella se ubicaban dieciséis trabajadores en sus respectivas mesas de despacho, organizadas en grupos de cuatro. La mesa de Elena se situaba ante la puerta del despacho del jefe, al fondo, mirando directamente hacia los otros. La ubicación de Alberto le permitía ver la mesa de Elena y la puerta del despacho del jefe, pero quedaba de espaldas a la puerta de entrada de la oficina, con lo cual no podía controlar quién accedía al despacho por detrás suyo. Esto le incomodaba, pero confió en acostumbrarse con el tiempo.

Elena siempre le sonreía cuando pasaba junto a él para salir del despacho y él le devolvía una sonrisa tímida.

Una tarde, Alberto demoró algo más de tiempo en la oficina para terminar una tarea urgente. Todos se fueron, excepto Elena y el jefe, que estaba en su propio despacho. Elena se acercó a él con un café en la mano. Se lo ofreció. Alberto le aceptó la amabilidad. Entonces Elena, sin perder la compostura, le susurró: 

—Sé que López te ha dicho que no soy de fiar. López es mi ex. No te lo ha dicho, ¿verdad? Decide tu, de quién te debes fiar. 

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Esta es mi contribución al Desafío Yo escribo 2022. Reto de julio: utilizar 3, 4 o 5 palabras de las siguientes: Morado, Despacho, Nostalgia, Albóndiga, Grande 


Comentarios

  1. Siempre hay que ver las dos versiones antes de tomar una decisión. Muy lindo y verdadero relato y bienvenida de nuevo después de una pequeña ausencia!!!

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  2. ¡hay que tener cuidado con los "ex" despechados! Ahora le toca decidir como actur a partir de ese día. Un relato muy bien construído, con un buen giro al final.
    Saludos

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  3. Pues sí, la experiencia nos dice que lo mejor es permanecer en la neutralidad, siempre que sea posible. Gracias por el comentario :)

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  4. Wow
    Un repentino cambio de escenario para Alberto. Algo así como la quitada de mantel sin derribar un solo objeto.

    Un gusto amiga escritora.
    Que tengas muy buen día 🏙

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