SIGUE TU INTUICIÓN

El muchacho estaba decidido a seguir a su intuición, que lo llevaría al lugar apropiado, tanto si el camino era largo como corto. Esa misma mañana había recibido una videollamada de Whatsapp de un número desconocido. Dudo en aceptarla y contestar, pero al tercer tono, siguiendo una intuición, respondió. Apareció en pantalla un desconocido de edad avanzada que parecía estar en una habitación decorada de manera futurista, minimalismo blanco y ventanal ovalado tras el que se distinguía un cielo azul cruzado en una única dirección por extraños objetos voladores. Aquél movimiento dejaba claro que no se trataba de un fondo falso, sino que se trataba de un lugar real. El hombre vestía una camisa blanca impecable, los cabellos blancos bien peinados hacia atrás, recogidos en una cola baja. 

—¿Hola?—, dijo Collin, que así se llamaba el muchacho.

—¡Sal de ahí, rápido!—, respondió con premura el anciano. —¡Está a punto de suceder algo terrible!

—¿Quién eres? ¿A qué te refieres?—, preguntó Collin, indeciso.

—¡Una ola gigante se abatirá en unos minutos sobre la ciudad! ¡Maldita sea, lo están dando en las noticias!

Collin encendió la televisión y efectivamente, estaban dando la noticia en todos los canales. Algo había causado un tsunami y la gran ola se precipitaba sin remedio contra la ciudad. Y él vivía muy cerca de la playa. Miró por la ventana: la gente corría alarmada por las calles. Acababan de ser conscientes de lo que se les estaba viniendo literalmente encima y cundía el pánico. El apartamento de Collin estaba en la primera planta del edificio, por lo que no tenía vistas al mar. El sujeto de la videollamada seguía gritando, pero Collin, aunque tenía el teléfono en la mano, no lo miraba, sino que, ansioso, tenía la vista fija en los ventanales del salón, sin saber a ciencia cierta cómo actuar. 

—¡Sal de ahí, maldita sea! ¡Corre hacia la escalera, sube tanto como puedas!  

El muchacho reaccionó: corrió hacia la puerta de entrada del apartamento, a escasos metros, ya que daba directamente al salón donde se encontraba. La cruzó y cerró tras de sí. Apoyó momentáneamente su espalda en ella y en ese momento se oyó al otro lado un terrible estruendo. La gran ola había colisionado con los ventanales haciéndolos saltar en mil pedazos y una tromba de agua se había introducido con un fuerza en el apartamento, inundándolo hasta el techo. Lo supo porque a través de la rendija que circundaba la puerta se colaba agua. Sobre su cabeza, apoyada en la puerta, un agua marrón, sucia, luchaba por abrirse paso, pero aunque la rendija soltaba agua a borbotones, la maciza puerta de entrada aguantaba. Estaba en el rellano. Frente a él, la escaleras de bajada. El agua se había abierto paso por la planta baja, la cual se estaba inundando rápidamente. Collin podía ver cómo subía el nivel del agua. 

Estaba aterrorizado y no era capaz de moverse. La voz del teléfono, que todavía tenía en la mano, le instaba a escucharlo. Miró de nuevo la pantalla. El anciano seguía hablando:

—¡Collin, sube ahora mismo por esas escaleras, tan alto como puedas! ¡Esa puerta no aguantará mucho más, está a punto de reventar!

El nivel del agua seguía subiendo. El rellano estaba totalmente inundado. El agua le llegaba a las rodillas. Se despegó de la puerta y corrió como pudo hacia la escalera de subida. Al alcanzar el siguiente rellano, estalló la puerta de su apartamento liberando miles de litros cúbicos de agua de mar que inundó inmediatamente todo hasta el segundo piso. Collin no se detuvo esta vez, siguió subiendo hasta la azotea, donde otros vecinos se habían congregado, huyendo del desastre. 

El espectáculo era dantesco. Agua y destrucción por todas partes. Centenares de cuerpos arrastrados por el agua, vehículos a la deriva y todo tipo de basura y objetos. Desde ahí sí se veía el mar, cuyo nivel había subido varios metros. La playa simplemente ya no existía. Muerte y destrucción. 

Collin volvió a fijar su mirada en el sujeto del teléfono. 

—¿Quién eres?

—No me vas a creer, pero soy tu yo del futuro. Recuerda: dentro de cincuenta años, debes efectuar esta videollamada. Es la única manera que tienes, que tenemos, de salvarnos. Y recuerda bien lo que te voy a decir: sigue tu intuición, te llevará al lugar apropiado, tanto si el camino es largo como corto.

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Esta es mi contribución a los 52 retos de escritura Literup. Reto 29: Crea un relato en el que alguien reciba una videollamada sospechosa.

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