MELANCOLÍA

Imagen de Michał Jałochowski en Pixabay
Miraba por el gran ventanal con vistas a Barcelona y al mar. Era noviembre, el día era frío y gris, soplaba el viento. De pronto, se alzaron miles de hojas ante sus ojos en precipitada danza. Se oía el soplo implacable del viento y el tic-tac de un reloj en el salón, como el latido de un corazón. Maya vivía en una casa adosada con planta baja, primer piso y terraza, con porche y jardín en la parte trasera. Hacía semanas había plantado un pequeño huerto de hierbas aromáticas en la repisa de la ventana de la cocina, una de las más soleadas de la casa,  que desprendía una fragancia embriagadora que esperaba se mantuviera durante todo el invierno.
Tenía treinta y nueve años y una vida por delante, pero a veces la embargaba la sensación de que el tiempo se le escapaba, como agua entre los dedos. Había tenido relaciones, y una pareja estable durante ocho años, David, pero había terminado por fracasar. Ahora estaba sola desde principios del verano pasado.
En aquellas tardes de otoño, le entraba una melancolía que la sumía en un estado de extraña tristeza que sin embargo le era placentera, una sensación casi poética. Realmente, le gustaba aquella sensación de soledad, y disfrutar de momentos como aquél, en estado de callada introspección.

Las primeras semanas después de la ruptura, había pasado unos días en una casa de campo, en el bosque, a pocos metros de un pequeño lago de aguas claras al cual se accedía por un sendero descendente. Una mañana, temprano, se había abrigado con una chaqueta sobre el pijama para bajar a la cocina a prepararse una taza de te. Le apeteció salir fuera, recorrió el sendero en dirección al lago, vio una pequeña barca amarrada al embarcadero, la liberó y remó hasta el centro del lago. Allí se detuvo y esperó a que se alzara el día, saboreando la calma y la tranquilidad del momento. Se oía el canto temprano de los pájaros y el chapoteo del agua contra los flancos de la embarcación. Al cabo de un rato, volvió a la orilla, se quitó el pijama y se sumergió desnuda y en silencio. La sensación de nadar a primera hora del día era muy tonificante. Después volvió a casa para prepararse un baño caliente. Se miró al espejo y apreció las formas de su cuerpo. De jovencita, era muy delgada, de fina silueta, pero con el paso de los años la transformación se hacía evidente. Había ido ganando, paulatinamente, unos cuantos quilos. No era obesa, pero su cuerpo se parecía más al de una Venus de Milo, canon de belleza que hoy en día no se estila, pero que en la antigüedad significaba la perfección. Esta última idea la había animado un poco, y sonrió, divertida.

Aquella tarde de noviembre, en el salón de su casa, pensó en David. No quería volver a saber nada de él, nunca más. Si algún día recibiera un correo electrónico suyo, no lo abriría. Y si llamaba por teléfono, no contestaría. No le amaba, estaba segura. No deseaba volver a verlo, detestaba pensar en una posible conversación con él: tal vez fingiría indiferencia, como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera sufrido con la ruptura. Por el momento, estaba claro que no había manera de olvidarlo. Recurrentemente, su recuerdo la asaltaba. No se podía librar de él.
De pronto, sonó el teléfono móvil. Lo había dejado sobre la mesilla, a su lado. La pantalla iluminada anunciaba la procedencia de la llamada. Era él. No tardó ni dos segundos en responder. La conversación fue corta: —Te echo de menos. —Yo también...
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Esta es mi aportación a los 52 retos de escritura para el 2020 de Literup. Reto 6. Haz una historia sin un solo gerundio.

Comentarios

  1. He descubierto tu blog gracias a Literup y me alegro porque me ha gustado lo que he encontrado. Te animo a seguir trabajando en tu proyecto.
    Igualmente te invito a que te des un paseo por El zoco del escriba y compartamos un té con hierbabuena mientras charlamos de lo que prefieras.
    Es un placer haberte descubierto.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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    1. Gracias Alberto. Ya ves que no publico demasiado y que no fui capaz de mantener el reto Literup más allá de unas pocas semanas, pero estos pequeños comentarios me animan mucho a continuar escribiendo. He visitado El zoco del escriba y me ha encantado, tanto el contenido como la estética. Me ha trasladado a Marruecos y su cultura en estos días de confinamiento, y ha despertado en mí la añoranza por ese tiempo en que todavía era posible viajar y aprender de otras culturas. Enhorabuena por tu trabajo, te iré siguiendo.

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  2. Te animo a que aproveches esta semanas encerrados para que retomes la escritura. No tengo ninguna duda de que volveremos a viajar. Gracias por la visita.

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  3. Hola, te vengo a visitar de nuevo. He buscado un pedecito de ti para dejarte mi saludo. Bonito relato, aunque creo que la protagonista se engaña, aún no lo tiene, para nada, superado.
    ¡Buen fin de semana!

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    1. Totalmente de acuerdo, ¡la protagonista se engaña! Gracias, Jose. Voy a pasarme por tu blog, hoy que es domingo.

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